domingo, 1 de abril de 2012

NATURALEZA ARTIFICIAL


Paso caminando frente al jardín de una casa. Era marzo, o abril... Sé que era primavera, porque sus árboles estaban floreciendo, la mayoría en tonos rosados. Probablemente eran perales. El césped estaba verde, limpio, húmedo y recién cortado. Olía bien, realmente bien. La puerta exterior estaba abierta, así que olvidé todo aquello que tuviese que hacer y entré en el jardín.

La casa quedaba unos metros más alla, y el único camino eran una serie de piedras planas negras que se disponían en curva hasta un porche, donde estaba la puerta. A ambos lados del camino, que se encontraba en el centro, estaban los árboles.

Nada más entrar noté también la presencia de flores, arbustos y hasta un nido. Dentro habían dos pajaros y uno cantaba. Todo rebosaba vida. Estaba realmente fascinado, observándolo todo una y otra vez. No calculé el tiempo que estuve allí, pero debieron ser una media hora. Nadie entró o salió en ese tiempo, y me fui cuando noté que estaba oscureciendo. Regresé a mi casa inmediatamente, prometiéndome volver al día siguiente. No sé por qué, pero había algo en ese sitio que me atraía, no podía resistirlo.

Fui durante días, semanas. Hasta que acabó la primavera. En verano el jardín perdía toda su vida, su belleza, su color. En otoño todo se teñía de marrón, naranja y amarillo. Era bonito, pero no podía compararlo con aquella imagen en primavera, aquella primera vez que vi el lugar y quedé fascinado para siempre.

Llegó el invierno, y el jardín se cubrió con un manto blanco que duró meses. No habían hojas, ni mucho menos flores. Incluso el camino de piedras que llevaba a la casa quedaba oculto bajo la nieve.

Pero, por fin, volvió la primavera, y con ella de nuevo la vida, la belleza y el color. Estaba decidido a averiguar qué me atraía tanto de aquel lugar, tan ordinario, tan simple. Volvía allí cada día. Entre semana, después de clase; los fines de semana, por la mañana. Observaba, escudriñaba cada rincón de aquel extraño lugar pero nada. Nada llamaba mi atención.

Un Lunes, después de clase, fui directo allí. Como de costumbre, me senté en el césped y comenzé a estudiar el enorme almendro que había al lado de la casa, a unos metros del camino de piedras. Podia ver el polen caer de él, sin más orden que el que dictaba el viento. Lo seguí con la mirada, mientras daba vueltas alrededor del jardín. Iba en círculos, luego ascendía para descender en una serie de curvas perfectamente descritas. Llegó un viento fuerte, y fueron hacia la izquierda, hacia la calle. Entonces, algo frenó su avanze: otro árbol. Este era diferente, no tenía hojas, su tronco tenía un tono grisáceo, sin vida. Sin pensarlo dos veces, salí del jardín y fui directo hacia ese árbol. Cuando llegué allí, vi que no estaba solo. A su lado estaba otro árbol como ese, estaban por todas partes. No había hierba en el suelo, todo era tierra. Tierra seca. Entonces comprendí que me llamaba la atención de aquel jardín aparentemente normal. Di por supuesto que era algo normal cuando no lo era. Aquello... aquello era único. Era el pequeño paraíso en un mundo de infierno.