Mostrando entradas con la etiqueta Relatos. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Relatos. Mostrar todas las entradas

domingo, 10 de marzo de 2013

VACANCY


Así que aquella noche alquilé una habitación en una pensión mal nombrada Paradise y volví a revisar mis cosas. Decidí que al día siguiente buscaría algún trabajo; quien sabe, camarero o algo. Y así fue. Después de unas cuantas cafeterías, me cogieron en una de dueños peruanos a los que les gustó mi historia. Creo que han cometido un error contratándome, pero no seré yo quien se lo diga.

Qué fácil estaba siendo todo...

Descansé un rato en mi cubo de 2x2 en el Paradise y salí a comprar algo de ropa y de comida. Fue cuando me di cuenta de que no había comido nada desde aquel hot dog. Decidí darme un homenaje y tomar un buen café en uno de estos establecimientos modernos donde todo parece de revista, y la gente se lleva su portátil, y piden vasos con un trozo de cartón para no quemarse mientras lo toman de camino al trabajo porque tienen prisa. Después, fui a un centro comercial en las afueras, que era mucho más barato. Volví a "casa" después de un par de horas con varias bolsas de ropa pero sin lugar para ponerla. Era media tarde, perfecto para dar una vuelta y aclarar ideas. 

martes, 19 de febrero de 2013

RAPIDEZ


-Hoy me ha vuelto a pasar...

-¿Por qué? ¿Qué sentiste?

-No sé cómo llegué a eso, y tampoco como pude calmarme al final... ¿Qué iba a sentir? Fue lo de siempre. Ya lo estoy tomando como rutina, y no quiero que eso pase. No, no quiero.

-Tranquilo. Ahora estás mejor, ¿no? Eso es lo importante. Pero cuéntame cómo fue.

-Si ya te lo he dicho, no sé cómo llegué a eso. Estaba tan tranquilo y de repente, ¡tas! No podía controlarlo, iba demasiado rápido... Las palabras no me seguían. No sé explicarlo. Nunca sé.

-Pero yo te entiendo. Sigue contando.

-Estaba en el autobús. Todo era como muy rutinario. No sé, es lo que hago todos los días. Y de repente, empezó. Es como irse a otro mundo o algo. Y entonces lo ves, lo ves todo. ¿Nunca te ha pasado? Por dios, dime que sí.

-Eso no es lo importante ahora. Lo que importa es lo que te ha pasado a ti. ¿Qué hiciste entonces?

-Nada. No hice nada fuera de lo normal. Bueno, cuando me bajé del bus, sentía como que me ahogaba, y respiraba muy fuerte y muy profundo. Era como si tuviese ansiedad o algo. Pero se fue pasando poco a poco. Después bostezé varias veces seguidas. Últimamente bostezo mucho. Casi siempre, de hecho.

-¿Y por qué puede crees que puede ser eso?

-No lo sé. No tengo sueño, aunque duermo poco. Poquísimo. Pero no estoy cansado. Bueno, no me siento cansado. Sé que eso eso es malo, pero si todo fuese bien no estaría aquí así que... Bueno, pues eso, que no sé por qué es, pero me pasa bastante. Tampoco tengo hambre. Dicen que es otra de las causas por las que se bosteza. Pero hambre más bien poca. También como menos que antes, pero no mucho menos, solo que no tengo tanto apetito. Y eso, que bostezo sin tener hambre ni sueño, así, porque sí.

-Y volviendo a lo que ha pasado hoy... ¿Cuándo te has calmado?

-Te he dicho que no lo sé. Nunca sé cómo se me pasan estas cosas ni tampoco como se me pasan. Me olvido de ellas poco a poco. Seguramente vi algo que me llamó un poco la atención y se fue pasando. Como cuando vas hablando y cambiando de un tema a otro. No he vuelto a pensar en eso hasta que he entrado aquí, y empecé a buscar un tema del que hablar, algo que contarte.

-Te hubiese sacado las palabras igualmente. ¿Sabes? Eres una persona observadora. Eso me ayuda muchísimo para ayudarte... Pero bueno, ¿te ha pasado más veces en esta última semana?

-Sí, tres veces. Dos en el autobús, igual que esta, exactamente igual. Incluso he estudiado cómo son esos ataques. Primero todo se acelera y pierdo el control, luego empiezo a respirar más fuerte y después me pongo a bostezar. Además, casi siempre empieza cuando paso por enfrente de un edificio blanco que hay cerca de mi casa, y creo que lo estoy asociando.

-¿Y la otra vez?

-¡Ah, sí! La otra vez fue mientras corría. Creo que el... martes. Sí, martes. Salí a hacer footing para despejarme, y claro, iba a lo mío, pensando. Y comenzó. Tuve que pararme durante diez minutos, y otra vez con ansiedad y bostezos... Luego no podía correr, y volví andando, y me fui olvidando poco a poco.

-¿Seguro que ninguna otra vez?

-Seguro. No esta semana. Las otras veces ya te las conté. Oye, ¿qué me pasa?

-Eso es lo que estamos intentando averiguar. Hace falta tiempo.

-Sí, pero no quiero seguir así. Necesito que me digas algo. No quiero que todo siga... yendo tan rápido. Es demasiado. Muy rápido, y si no lo puedo controlar, me estresa. Seguro que a ti también te ha pasado, más de una vez. Lo sé, a todo el mundo le ha tenido que pasar. No lo entiendo. ¿Por qué?

sábado, 26 de enero de 2013

EL VAGÓN, EL ESTANQUE, LA MUJER Y LA COLINA


Cuando descubrí aquel sitio, ya no quería irme. Como todo lo bueno, había llegado por casualidad. Nunca había reparado en aquel camino estrecho que salía de la ruta que hacía en bici todas las semanas. Nunca me había planteado seguirlo, hasta aquel día. Me asaltó la curiosidad y me adentré en él. Después de unos quince minutos apartando ramas, pasando a duras penas por el barro y salvando caídas en el último momento, el camino se ensanchó un poco; pero a unos pocos metros un tronco caído bloqueaba el paso. Me bajé de la bici y pasé sobre él. Al fondo se veía una especie de estanque y una cabaña. No sé por qué pero aquel lugar me atraía mucho. Fui acercándome y descubrí que la cabaña se trataba en realidad de un antiquísimo vagón de tren abandonado totalmente oxidado. El estanque estaba en plena calma, el agua era clara, incluso habían peces. Estaba en un claro en medio de la tupida vegetación. Los intermitentes ruidos de pájaros y de pequeños animales moviéndose entre los matojos era lo único que me recordaba que aquello estaba vivo, todo era silencio salvo aquello. Nadie diría que aquel sitio estuviera a menos de media hora de mi casa y que nunca lo hubiese visto hasta ahora. Me senté al borde del estanque mirando hacia el vagón. Detrás había una colina bastante empinada, pero las vistas prometían, así que comencé a subir sin dudarlo.

-No eres el primero que viene aquí -dijo de pronto una voz femenina-. Este lugar es mágico, ¿verdad?

-¿Qué? -me había asustado- ¿Dónde estás? ¿Quién eres? -comencé a mirar a mi alrededor pero no conseguía distinguir nada.

-Estoy aquí, mira mejor -más arriba en la colina había una mujer joven mirándome, era guapísima, casi perfecta, podía constatarlo con una sola mirada-. La primera vez que vine me quedé como tú, sobre todo cuando oí la voz de otra persona. Era Julio. Me llevó por toda la zona y quedé... impresionada. Veníamos casi todos los días, durante años.

-¿Y qué pasó? -pregunté. De pronto, era como si conociese a aquella extraña de toda la vida. Cada palabra que había dicho tenían, no sé bien cómo definirlo, ¿significado?

-Se fue, no sé a dónde. Un día dejo de venir, pero yo seguí aquí cada semana. Este lugar me atrapa, me hace perderme a pesar de estar a cinco minutos del pueblo. Pero ven hasta aquí arriba, verás qué vistas.

Seguí subiendo. Era una cuesta dura, me costó lo suyo, pero una vez al lado de aquella chica me di la vuelta y contemplé el paisaje; y comprendí realmente por qué era tan especial. 



jueves, 27 de septiembre de 2012

AÑO 64


Hoy, por primera vez este año, han bombardeado la ciudad. Ya nos habíamos olvidado de su sonido, del miedo, de escondernos. Pero parece que nos volveremos a acostumbrar. Durante media hora, se ha acabado el mundo, momento a momento. Al acabar, salimos otra vez a las calles, como ratas, miserables y asustados. Vimos los efectos que habían tenido las bombas: casas reducidas a escombros, calles destrozadas, árboles calcinados... Después de casi un año, en el que, a duras penas, habíamos reconstruido los estragos de la última oleada de bombardeos, todo el trabajo se venía abajo.

Entonces lo vimos. Como una estrella fugaz, pero dejando una visible estela, despegaba una nave rumbo a quién sabe qué planeta. Las naves eran cada vez más modernas, más cómodas y grandes. Cada vez llegaban más lejos, y más rápido. Era la bella y fugaz visión del progreso.

lunes, 10 de septiembre de 2012

HORA DEL ALMUERZO


"Hora del almuerzo, hora del almuerzo, hora del almuerzo". Era la voz de Iqua llamando a todos sus empleados al comedor. Yo estaba terriblemente cansado aquel día, apenas había podido dormir, y estaba haciendo mi trabajo a duras penas. Me dolía la cabeza, y cada palabra de Iqua no era más que un chillido molesto.

"Hora del almuerzo, hora del almuerzo, hora del almuerzo". Cada cinco minutos, de la una y media hasta las dos y cuarto de la tarde, la dichosa vocecita repetía lo mismo una y otra vez. A veces bromeaba con mis compañeros sobre desconectarla.

"Hora del almuerzo, hora del almuerzo, hora del almuerzo". Iba a ir al comedor cuando me enviaron unas fichas para rellenar. Genial, otros quince minutos más.

"Hora del almuerzo, hora del almuerzo, hora del almuerzo". Seguía atascado con esas fichas. Además, hoy no podía dejar trabajo atrasado. Era el día del desfile, toda la ciudad vería a los presos y yo no quería perdérmelo.

"Hora del almuerzo, hora del almuerzo, hora del almuerzo". Terminé antes de lo previsto. Ahora tenía que bajar al comedor, en el otro lado del edificio. Todos mis compañeros de departamento ya habían ido a comer, así que hoy estaría solo. Sonó la sintonía de la empresa seguida de un: "Feliz día, empleados". En aquellos días odiaba a Iqua.

"Hora del almuerzo, hora del almuerzo, hora del almuerzo". El comedor estaba atestado, llegaba tarde, ya eran casi las dos. El menú de hoy: puré de proteínas con carbohidratos, toda una delicia. Me senté al lado de un hombre muy mayor, que me miró durante toda la comida.

"Hora del almuerzo, hora del almuerzo, hora del almuerzo". El señor seguía mirando. Intenté ignorarle pero este clavaba la mirada en él con fuerza. Me concentré en mi puré, con un aspecto no mejor que su sabor. Por lo menos mi Iqua doméstica me prepararía una cena deliciosa: pollo de verdad, no aquel sintético que vendían en los mercados.

"Hora del almuerzo, hora del almuerzo, hora del almuerzo". Terminé rápido de comer y salí de allí. El señor me siguió con los ojos hasta que desaparecí de su vista. ¿Por qué actuaría así? Que yo supiese, en la empresa eran muy estrictos con el comportamiento y con el equilibrio mental.

"Hora del almuerzo, hora del almuerzo, hora del almuerzo". Iba hacia la mesa cuando me llamó Iqua, me dijo que fuera al panel de GHJ. Este me dijo que hoy podía salir antes, como había pedido, pero debía adelantar trabajo, al menos parte de lo de mañana. Ningún problema, siempre había sido rápido.

"Hora del almuerzo, hora del almuerzo, hora del almuerzo". De vuelta en la mesa, pero esta vez encontré algo diferente, una nota doblada. Aquello era extraño, casi nunca dejaban papeles. La abrí, y la emoción se apoderó de mí a la par que el terror. Allí, en pequeñas letras negras mayúsculas, estaba escrita la palabra "YA". Sí, ya. La revolución ya había empezado.

domingo, 1 de abril de 2012

NATURALEZA ARTIFICIAL


Paso caminando frente al jardín de una casa. Era marzo, o abril... Sé que era primavera, porque sus árboles estaban floreciendo, la mayoría en tonos rosados. Probablemente eran perales. El césped estaba verde, limpio, húmedo y recién cortado. Olía bien, realmente bien. La puerta exterior estaba abierta, así que olvidé todo aquello que tuviese que hacer y entré en el jardín.

La casa quedaba unos metros más alla, y el único camino eran una serie de piedras planas negras que se disponían en curva hasta un porche, donde estaba la puerta. A ambos lados del camino, que se encontraba en el centro, estaban los árboles.

Nada más entrar noté también la presencia de flores, arbustos y hasta un nido. Dentro habían dos pajaros y uno cantaba. Todo rebosaba vida. Estaba realmente fascinado, observándolo todo una y otra vez. No calculé el tiempo que estuve allí, pero debieron ser una media hora. Nadie entró o salió en ese tiempo, y me fui cuando noté que estaba oscureciendo. Regresé a mi casa inmediatamente, prometiéndome volver al día siguiente. No sé por qué, pero había algo en ese sitio que me atraía, no podía resistirlo.

Fui durante días, semanas. Hasta que acabó la primavera. En verano el jardín perdía toda su vida, su belleza, su color. En otoño todo se teñía de marrón, naranja y amarillo. Era bonito, pero no podía compararlo con aquella imagen en primavera, aquella primera vez que vi el lugar y quedé fascinado para siempre.

Llegó el invierno, y el jardín se cubrió con un manto blanco que duró meses. No habían hojas, ni mucho menos flores. Incluso el camino de piedras que llevaba a la casa quedaba oculto bajo la nieve.

Pero, por fin, volvió la primavera, y con ella de nuevo la vida, la belleza y el color. Estaba decidido a averiguar qué me atraía tanto de aquel lugar, tan ordinario, tan simple. Volvía allí cada día. Entre semana, después de clase; los fines de semana, por la mañana. Observaba, escudriñaba cada rincón de aquel extraño lugar pero nada. Nada llamaba mi atención.

Un Lunes, después de clase, fui directo allí. Como de costumbre, me senté en el césped y comenzé a estudiar el enorme almendro que había al lado de la casa, a unos metros del camino de piedras. Podia ver el polen caer de él, sin más orden que el que dictaba el viento. Lo seguí con la mirada, mientras daba vueltas alrededor del jardín. Iba en círculos, luego ascendía para descender en una serie de curvas perfectamente descritas. Llegó un viento fuerte, y fueron hacia la izquierda, hacia la calle. Entonces, algo frenó su avanze: otro árbol. Este era diferente, no tenía hojas, su tronco tenía un tono grisáceo, sin vida. Sin pensarlo dos veces, salí del jardín y fui directo hacia ese árbol. Cuando llegué allí, vi que no estaba solo. A su lado estaba otro árbol como ese, estaban por todas partes. No había hierba en el suelo, todo era tierra. Tierra seca. Entonces comprendí que me llamaba la atención de aquel jardín aparentemente normal. Di por supuesto que era algo normal cuando no lo era. Aquello... aquello era único. Era el pequeño paraíso en un mundo de infierno.

sábado, 3 de marzo de 2012

La pieza de plomo


Las piezas caían, una a una, casi todas sin oponer resistencia. Alguna que otra intentaba evitarlo, pero no insistía demasiado. La fuerza que les empujaba era enorme, y, con cada pieza caída, la presión era mayor. “Doble cero” veía esto mientras esperaba su turno, él era el último de su fila, y no tenía nada detrás que amortiguara su caída. Las demás piezas de plástico eran débiles, pero “doble cero” no, él era de plomo, aguantaría.
Poco a poco, el fantasma invisible que tiraba a todas y cada una de sus compañeras se acercaba más y más.
Ya sólo quedaban seis piezas, “doble seis” acababa de caer sobre “doble cinco”. Un segundo despúes, esta última estaba sobre el “doble cuatro”, y en un instante, este último estaba sobre “doble tres”. Este último se había resignado hacía tiempo. Antes de que “doble cuatro” hubiese terminado de caer, “doble tres” ya había empezado el movimiento.
“Doble tres” cayó sobre “doble dos”, a quién se le escapó un gritito ahogado. No tardó en golpear a “doble uno”, el turno de la pieza de plomo estaba ya muy cercano. Un intento desesperado por escapar, hizo que “doble uno” se torciera un poco, pero esto no pudo eludir lo inevitable.
En un abrir y cerrar de ojos, “doble uno” tocó a “doble cero”, la pieza de plomo aguantó con todas sus fuerzas. Luchó al límite de sus capacidades. Era complicado, el peso de todas las piezas de plástico hacía una presión enorme, pero el plomo era denso, podía con ellas.
Plomo sabía que, si había alguien capaz de oponer resistencia, ese era él. Se concentró como nunca, sacó fuerzas de donde no las había, y en un principio, aguantó.
Ahora era su misión salvar a todas las demás, hizo un esfuerzo extra y consiguió poner a “doble uno” de pie, pero este no hacía ningún esfuerzo por mantenerse. Lo intentó una y mil veces, pero siempre “doble uno” acababa por caer.
Finalmente, “doble cero” se rindió. Él solo no podía con todas y cada una de las piezas. Agotado, exhaló, hasta que no le quedaba hueco en sus pulmones de plomo, y soltó todo el aire a la vez que se dejaba aplastar por “doble uno”. Durante los últimos momentos de lucidez, recordó su lucha. Todo el esfuerzo había sido en vano, pero había valido la pena.
“Sí, sin duda, ha valido la pena” pensó, “Supongo que ya es hora...” Tomó una última bocanada, otra más, ya no había tiempo... “Ya no aguanto más” se dijo a sí mismo, “Me rindo”.