Me motivó a escribir. Me motivó a
soltar en una frase todas las verdades que en un solo segundo
pudieran pasarme por la cabeza. Me motivó a reír sin miedo, a
llorar sin miedo, a sentir sin miedo, a aceptar el miedo y a no
tenerle miedo al miedo. Me motivó, en definitiva, a ser valiente.
Me motivó a leer. Me motivó a
escuchar buena música, a sentirla. Me motivó a disfrutar los
placeres más mundanos y simples que puedas imaginar. Me motivó a
mostrarle una cara amable a todo y a todos, a levantarme de buen
humor cada mañana y a acostarme con la sensación de estar realmente
lejos de la muerte. Me motivó, digamos, a vivir.
Me motivó a hablar. Me motivó a hacer
el ridículo y a no preocuparme por ello. Me motivó a sacar una
sonrisa por segundo. Me motivó a querer, y a odiar a partes
desiguales. Y después de todo esto, ya no estaba. Fue como aprender
a montar en bici, y llegó un momento en el que miré hacia atrás,
pero sus manos ya no estaban conmigo, sino lejos. Y me saludaban, y
me decían: "Hazlo". Y yo lo hice, no sé cómo, pero lo
hice.
Me motivó a ser.
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