“Mi
ideal más querido es el de una sociedad libre y democrática en la
que todos podamos vivir en armonía y con iguales posibilidades”
Nelson Mandela.
África
sufre, llora, muere cada día, agoniza entre la miseria, entre la
vida más exhuberante en sus selvas, sus montañas, sus desiertos,
sus mares y la cara más horrible de la muerte en sus guerras, sus
enfermedades, su pobreza...
Entonces,
nos formulamos una pregunta: ¿Hay una salida? Muchos dirán que sí
a la primera, pero es algo como para pensar. Aparte de todas las
ONGs, Fundaciones y campañas, ¿hay una manera por la que África
pueda salir de esta por sí sola? ¿Hay una alternativa a la caridad
eterna? Bueno, seamos optimistas y digamos que SÍ. Y tras decirlo,
surgen más preguntas:
¿Cuál?
La respuesta es sencilla: la democracia y la paz. Si es la única, no
puedo afirmarla; pero es una vía, la más adecuada a mi parecer.
¿Qué hay más justo que una democracia? Pero no cualquiera es
válida, tiene que ser una de verdad.
Las
promesas de democracía ya han decepcionado demasiado. Una y otra vez
se ha utilizado esta palabra para dar falsas esperanzas. Muchos se
han llenado la boca de esta palabra y de otros términos como
sufragio universal, soberanía popular y demás, para conseguir sus
objetivos más egoístas. Por eso es necesaria una verdadera
democracia, que realmente represente a sus ciudadanos, que vele por
la justicia, por la libertad y por la vida. A fin de cuentas, una
democracia perfecta, o lo que más se le aproxime.
En
segundo lugar, una paz definitiva. Guerras civiles, tribales y luchas
por el poder son el pan de cada día de los africanos. ¿Acaso han
elegido ellos esta vía? ¿Les han preguntado a la gran mayoría de
ellos si de verdad quieren eternizar una guerra que no conduce a
ninguna parte? Seguramente no, pero es la manera de mantener el
miedo, la ignorancia y la miseria en su justa medida para permitir el
beneficio de unos pocos. En resumen, una desigualdad desmedida a la
vez que controlada.

Todos
hemos visto en qué ha quedado la famosa Primavera Árabe. Lo que
hace un año era una llama de esperanza para millones de personas,
hoy se ha transformado en violencia y destrucción. Guerras civiles,
gobiernos militares e inestabilidad son las pautas que marcan a los
países que unos meses atrás aún creían en algo mejor. Todo empezó
en Túnez. El 4 de Enero de 2011, Mohamed Bouazizi murió por las
quemaduras que se provocó él mismo unos días antes. El joven tenía
veintiseis años y sufría muchos problemas económicos. Fue una
llamada de atención, y los resultados no podían haber sido más
inesperados. Las manifestaciones se extendieron por todo Túnez,
llegando hasta la misma capital y acabaron por derrocar al gobierno
de Ben Ali. Se dice que una de las causas de la revolución tunecina
fue que el régimen no era tan estricto como el de Libia, y que el
turismo extranjero había traído consigo las ideas propias de
Occidente. También se dice que la extensión de internet fue
imprescindible. Ambos son factores a tener en cuenta, pues pueden
aplicarse a otros países africanos. Después de Túnez, la
revolución se extiende a Egipto. Una demostración de que internet
jugó un papel fundamental fue que, en vista de las protestas, el
gobierno egipcio decidió cortar completamente el acceso a la red.
Finalmente, Hosni Mubarak, que llevaba más de 30 años en el poder,
tuvo que dejar el Gobierno definitivamente y huir del país.

Si
bien es cierto que en África la red es más bien escasa, es más que
suficiente para extender la mecha. Y lo más importante, en un tiempo
récord. En algunos países, el acceso a internet es bastante amplio;
en otros, aún está en desarrollo y solo algunos tienen tal
privilegio. En vista de eso, lo lógico sería que el país pionero
en rebelarse pertenezca al primer grupo. Así, la revolución se
extendería más rápidamente, y los países del segundo grupo
tendrían un ejemplo a seguir. Y de nuevo, el voluntario entra en
acción, transmitiendo el mensaje.
Una
vez encendida y extendida la mecha, toca resistir. La respuesta de un
gobierno dictatorial y tiránico sería, probablemente, violenta. El
objetivo de esta respuesta es atemorizar. Obviamente, a ningún
gobierno le interesa masacrar a su población. Más allá del
sentimiento de humanidad, no es algo práctico, nadie quiere un país
en el que no haya nadie a quien gobernar.
Habrá
violencia, sí, pero hay que aguantar, porque, si abandonamos en este
momento, ¿qué nos espera? Más y más años de tiranía, quizá aún
más dura y represiva. Ya no habrá marcha atrás, la única solución
posible es aquella que venimos persiguiendo desde hace tanto tiempo.
Cuánto dure esta rebelión, dependerá de la implicación del pueblo
y de la fuerza del gobierno. Puede ser de apenas unas horas a
extenderse durante años. Esta última solución, que significaría
una guerra civil, es la menos deseable de todas. Probablemente sean
unos días turbulentos, pero hay que evitar caer en la espiral de
violencia que conduciría a una guerra civil. Por todos los medios
hay que intentar una revolución pacífica. Si el pueblo ejerce la
suficiente presión sobre el gobierno, este no tendrá más remedio
que parar la violencia. Prometerá reformas, más libertades, más
democracia... Hay que decir que no. ¿Por qué? Porque esos gobiernos
tiránicos son los mismos que durante años han estado torturando,
asesinando, reprimiendo a la población. No hay que fiarse de ellos,
no hay que darles la oportunidad de volverlo a hacer, porque la
aprovecharán. Por tanto, lo único que debemos decir ante esas
falsas promesas es NO, y seguir insistiendo hasta que esos
dictadores, acorralados, no tengan otra vía de escape que la de
dimitir, entregar el poder. Ahí, diremos por fin que SÍ.

Entonces
tendremos ese ideal tan querido por Mandela, esa sociedad libre y
democrática en la que todos puedan vivir en armonía y con igualdad
de posibilidades. Parece algo utópico, y en cierto modo lo es, pero
nunca debemos desalentarnos por ello, si no intentar alcanzar esa
utopía o al menos lo que más se le parezca.
Ehh, cuanta razón. Nada más que decir.
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