Hoy, por primera vez este año, han
bombardeado la ciudad. Ya nos habíamos olvidado de su sonido, del
miedo, de escondernos. Pero parece que nos volveremos a acostumbrar.
Durante media hora, se ha acabado el mundo, momento a momento. Al
acabar, salimos otra vez a las calles, como ratas, miserables y
asustados. Vimos los efectos que habían tenido las bombas: casas
reducidas a escombros, calles destrozadas, árboles calcinados...
Después de casi un año, en el que, a duras penas, habíamos
reconstruido los estragos de la última oleada de bombardeos, todo el
trabajo se venía abajo.
Entonces lo vimos. Como una estrella
fugaz, pero dejando una visible estela, despegaba una nave rumbo a
quién sabe qué planeta. Las naves eran cada vez más modernas, más
cómodas y grandes. Cada vez llegaban más lejos, y más rápido. Era
la bella y fugaz visión del progreso.
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