sábado, 3 de marzo de 2012

La pieza de plomo


Las piezas caían, una a una, casi todas sin oponer resistencia. Alguna que otra intentaba evitarlo, pero no insistía demasiado. La fuerza que les empujaba era enorme, y, con cada pieza caída, la presión era mayor. “Doble cero” veía esto mientras esperaba su turno, él era el último de su fila, y no tenía nada detrás que amortiguara su caída. Las demás piezas de plástico eran débiles, pero “doble cero” no, él era de plomo, aguantaría.
Poco a poco, el fantasma invisible que tiraba a todas y cada una de sus compañeras se acercaba más y más.
Ya sólo quedaban seis piezas, “doble seis” acababa de caer sobre “doble cinco”. Un segundo despúes, esta última estaba sobre el “doble cuatro”, y en un instante, este último estaba sobre “doble tres”. Este último se había resignado hacía tiempo. Antes de que “doble cuatro” hubiese terminado de caer, “doble tres” ya había empezado el movimiento.
“Doble tres” cayó sobre “doble dos”, a quién se le escapó un gritito ahogado. No tardó en golpear a “doble uno”, el turno de la pieza de plomo estaba ya muy cercano. Un intento desesperado por escapar, hizo que “doble uno” se torciera un poco, pero esto no pudo eludir lo inevitable.
En un abrir y cerrar de ojos, “doble uno” tocó a “doble cero”, la pieza de plomo aguantó con todas sus fuerzas. Luchó al límite de sus capacidades. Era complicado, el peso de todas las piezas de plástico hacía una presión enorme, pero el plomo era denso, podía con ellas.
Plomo sabía que, si había alguien capaz de oponer resistencia, ese era él. Se concentró como nunca, sacó fuerzas de donde no las había, y en un principio, aguantó.
Ahora era su misión salvar a todas las demás, hizo un esfuerzo extra y consiguió poner a “doble uno” de pie, pero este no hacía ningún esfuerzo por mantenerse. Lo intentó una y mil veces, pero siempre “doble uno” acababa por caer.
Finalmente, “doble cero” se rindió. Él solo no podía con todas y cada una de las piezas. Agotado, exhaló, hasta que no le quedaba hueco en sus pulmones de plomo, y soltó todo el aire a la vez que se dejaba aplastar por “doble uno”. Durante los últimos momentos de lucidez, recordó su lucha. Todo el esfuerzo había sido en vano, pero había valido la pena.
“Sí, sin duda, ha valido la pena” pensó, “Supongo que ya es hora...” Tomó una última bocanada, otra más, ya no había tiempo... “Ya no aguanto más” se dijo a sí mismo, “Me rindo”.

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