sábado, 26 de enero de 2013

EL VAGÓN, EL ESTANQUE, LA MUJER Y LA COLINA


Cuando descubrí aquel sitio, ya no quería irme. Como todo lo bueno, había llegado por casualidad. Nunca había reparado en aquel camino estrecho que salía de la ruta que hacía en bici todas las semanas. Nunca me había planteado seguirlo, hasta aquel día. Me asaltó la curiosidad y me adentré en él. Después de unos quince minutos apartando ramas, pasando a duras penas por el barro y salvando caídas en el último momento, el camino se ensanchó un poco; pero a unos pocos metros un tronco caído bloqueaba el paso. Me bajé de la bici y pasé sobre él. Al fondo se veía una especie de estanque y una cabaña. No sé por qué pero aquel lugar me atraía mucho. Fui acercándome y descubrí que la cabaña se trataba en realidad de un antiquísimo vagón de tren abandonado totalmente oxidado. El estanque estaba en plena calma, el agua era clara, incluso habían peces. Estaba en un claro en medio de la tupida vegetación. Los intermitentes ruidos de pájaros y de pequeños animales moviéndose entre los matojos era lo único que me recordaba que aquello estaba vivo, todo era silencio salvo aquello. Nadie diría que aquel sitio estuviera a menos de media hora de mi casa y que nunca lo hubiese visto hasta ahora. Me senté al borde del estanque mirando hacia el vagón. Detrás había una colina bastante empinada, pero las vistas prometían, así que comencé a subir sin dudarlo.

-No eres el primero que viene aquí -dijo de pronto una voz femenina-. Este lugar es mágico, ¿verdad?

-¿Qué? -me había asustado- ¿Dónde estás? ¿Quién eres? -comencé a mirar a mi alrededor pero no conseguía distinguir nada.

-Estoy aquí, mira mejor -más arriba en la colina había una mujer joven mirándome, era guapísima, casi perfecta, podía constatarlo con una sola mirada-. La primera vez que vine me quedé como tú, sobre todo cuando oí la voz de otra persona. Era Julio. Me llevó por toda la zona y quedé... impresionada. Veníamos casi todos los días, durante años.

-¿Y qué pasó? -pregunté. De pronto, era como si conociese a aquella extraña de toda la vida. Cada palabra que había dicho tenían, no sé bien cómo definirlo, ¿significado?

-Se fue, no sé a dónde. Un día dejo de venir, pero yo seguí aquí cada semana. Este lugar me atrapa, me hace perderme a pesar de estar a cinco minutos del pueblo. Pero ven hasta aquí arriba, verás qué vistas.

Seguí subiendo. Era una cuesta dura, me costó lo suyo, pero una vez al lado de aquella chica me di la vuelta y contemplé el paisaje; y comprendí realmente por qué era tan especial. 



No hay comentarios:

Publicar un comentario